¡Siempre nos queda el humor! Por favor, tenlo en cuenta porque en el fondo, tener sentido del humor es ser consciente de la relatividad de las cosas.
Nunca he sido demasiado convencional, las cosas curiosas que me pasan han sido mi normalidad, pero al ver las reacciones de la gente de mi entorno me di cuenta de que lo mío quizás no era tan habitual.
Muchas de mis anécdotas sucedieron en la época en la que mis hijos iban al cole. Fue una época especialmente ajetreada para mí, con los hijos, el marido, la casa, el trabajo, las familias… Las que estáis en un momento de vuestra vida parecido, o ya lo habéis dejado atrás en el tiempo, sabéis de qué os hablo.
UNA BOLSA DE DEPORTE DESAPARECIDA Y UNA GARRAFA DE AGUA FANTASMA
¿Qué relación pueden tener una bolsa de deporte con una garrafa de agua? Enseguida os lo cuento. Una mañana temprano, como cada día laborable, salí con mis hijos a buscar el coche con el que los llevaba al colegio. Nunca sabía dónde lo había aparcado porque daba un montón de vueltas para encontrar sitio. Y cada mañana nos paseábamos los tres por las calles cercanas a casa.
Los tres íbamos cargados, yo con mi bolso (uno de esos grandes donde llevaba de todo), mi hijo con su mochila y mi hija con su bolsa de deporte. Ese día tenía natación, y además de lo necesario, llevaba también los deberes.
Ya empezaban a protestar cuando por fin encontramos el coche. No sé si conocéis la experiencia de meter a dos niños que se han levantado de mala gana y que hacen todo lo posible para retrasar la llegada al colegio… Al final, después de varios tira y afloja, nos metimos dentro e iniciamos la ruta hacia el colegio, que estaba en la otra punta de donde vivíamos. Empecé a oír un ruido extraño bajo el coche y ya temía una posible avería. El ruido no cesaba y los tres estábamos muy intrigados. Cada uno soltaba la explicación que le venía a la cabeza, a cuál más rara…
En un bache, vi que algo salía disparado de debajo del vehículo y me pareció una garrafa de agua vacía que se habría quedado enganchada en los bajos del vehículo. Nos relajamos los tres y continuamos nuestra ruta bromeando sobre la garrafa. Por fin llegamos al colegio. Al bajar del coche, mi hija me dice «mami dónde está mi bolsa de deporte…
De repente tuve una visión, me vi dejando la bolsa de deporte en el techo del coche. No quise decirle nada a la niña, que parecía enormemente preocupada, les pedí que subieran otra vez y regresamos a casa para rehacer el camino que habíamos seguido hacía escasamente 10 minutos. Fuimos encontrando pedazos de la bolsa en diversas calles, también los deberes y la agenda del cole, pero la toalla, el bañador, las chanclas y el peine habían desaparecido.
Mi hija respiró aliviada y me dijo «menos mal que los deberes los hemos recuperado». Me supo fatal por ella, pero agradecí que fuese tan positiva en ese momento. Unos meses después, en la cena de final de curso, un padre se acercó a mí y me preguntó «¿eres tú la de la bolsa de deporte?». Mi cara de sorpresa debió ser todo un poema. Era un padre al que no conocía, y me dijo que la anécdota había tenido un éxito tremendo en el colegio.
¿CUÁNTOS HUEVOS HAY EN 11 DOCENAS?
Recuerdo una vez en que, como cada 15 días, estaba haciendo la compra online en mi supermercado habitual. Los pedidos no variaban demasiado de una compra a otra, así que estaba un poco distraída. A mi alrededor tenía el ajetreo habitual de dos hermanos molestándose y reclamando mi atención.
El día que trajeron la compra en bolsas, los niños y yo acabábamos de llegar a casa. Ellos andaban por la cocina merendando y alborotando, y yo empecé a guardar la compra. Al abrir una bolsa vi que había un montón de cajas de huevos, y en la bolsa que estaba al lado había lo mismo. Mis hijos me miraban alucinados y me preguntaron por qué había comprado tantos huevos.
Si os soy sincera, yo estaba en una especie de estado de shock. ¡Me habían traído 11 docenas de huevos! No os podéis imaginar lo mucho que abultan tantos huevos…
Cuando los guardé todos, la nevera estaba colapsada, solo se veían cajas de huevos. Les dije a mis hijos que me había equivocado al hacer la compra para que dejaran de preguntar, pero eso no me libró de sus bromitas y comentarios.
Pensando en lo que podía haber sucedido encontré la respuesta. En la web del súper, junto al producto docena de huevos había un 1, cantidad mínima a pedir. Yo, sin prestar demasiada atención, añadí otro 1 y convertí la cifra en 11.
Cuando mi marido llegó a casa, abrió la nevera buscando una bebida fresca y me miró con extrañeza. «Vale, me he equivocado», dije. Suspiró profundamente y desapareció en dirección al salón. No le había parecido tan divertido como a los niños.
No recuerdo qué hice con tanto huevo, y lo peor es que nunca he sido buena haciendo bizcochos.
¿CUÁNTO CUESTAN LAS VENDAS DE LA MOMIA?
Mis hijos siempre han sido muy intensos y con mucha personalidad, lo que no me puso fácil su educación. Durante su crecimiento leí, consulté, experimenté con cantidad de información para conseguir motivarlos y lograr un cierto orden algo de organización en casa. Te aseguro que he probado infinidad de cosas: desde ponerle música a una lección para facilitar el aprendizaje, a crear un juego tipo La Oca para enseñarles a manejar el dinero.
Este juego fue todo un éxito porque utilicé una temática que adoraban: zombies, momias, arañas, gusanos, etc. Creé un tablero con múltiples casillas lo más motivadoras posible. Recuerdo algunas, como la que decía que la momia necesitaba cambiar sus vendas por unas nuevas y le costaban 5€. Ellos debían reconocer la moneda que necesitaban, y si no la tenían, pagar con otra de valor superior y calcular el cambio que yo les tenía que devolver.
En otra casilla la araña necesitaba plantillas para sus 8 patas y cada plantilla costaba 2€. Ya os podéis imaginar que debían calcular el total a pagar por las 8 plantillas, seleccionar las monedas o billetes para pagar y calcular la vuelta que yo debía darles.
GARBANZOS Y OBJETIVOS CONSEGUIDOS
Para crear una rutina de acciones básicas les pedí que escribieran una lista de 10 regalos a conseguir.
No podían ser todos cosas materiales, también había experiencias como ir al cine conmigo los dos solos o las dos solas. Este tipo de «regalo» tenía mucho éxito. También estaba la opción de pasar un día a dos haciendo lo que les apeteciera. Cada «regalo» de la lista tenía un coste basado en judías o garbanzos.
La cosa funcionaba así: al realizar cada tarea que les correspondía les daba de uno a tres garbanzos dependiendo del esfuerzo que les suponía, y cuando habían conseguido los garbanzos que les permitían acceder a un «regalo» concreto, lo obtenían.
Me sorprendió lo bien que funcionó la idea hasta que mi hija se cargó el sistema. Se esforzó en cumplir sus tareas hasta que consiguió los garbanzos necesarios para que le comprara algo que deseaba, no recuerdo qué era. Una vez conseguido, no volvió a esforzarse para conseguir más garbanzos. En cambio, su hermano continuó esforzándose hasta obtener todos los «regalos» de su lista.